Uau... un nuevo universo se desplegó ante mí inmediatamente al oír la frase al completo: la dueña de la casa. Os lo digo, ES un momento de felicidad. No puedo explicar los motivos. Simplemente, suena bien. Suena a felicidad. Y más, considerando que el señor Xemenes venía a llevarse la montaña de escombros que estaba plantada en medio de nuestro futuro salón. ¿Si han desaparecido por fin los escombros? Hmmm, pues no! Pero qué más da cuando soy, a partir de hoy, la Dueña de la Casa.
Otra de mis tareas del día, para descansar de los escombros, ha sido quitar los cables que cuelgan por toda la casa. A simple vista, una tarea simple. Tubos llenos de cables serpentean por las paredes de la casa. Y grande es la tentación de coger el alicate y, con un corte limpio, hacerlos desaparecer a manojos. De a cuatro o de a seis, si es posible. Pues va a ser que no. Lo he descubierto esta mañana: los cables se cortan de a uno por vez. Un humilde consejo para aquellos que tengan que hacerlo en casa. Vuestros brazos y vuestras mermadas energías después de tanto escombro, os lo agradecerán.