sábado, 30 de julio de 2011

Teoría de la relatividad, aplicación cuarta: "obras"

Tras un largo silencio que va camino de rondar ya los dos meses nos disponemos finalmente a actualizar este blog. Por el camino hemos vivido algunas cosas que todo aquel que se mete en una obra debe saber, entre otras, y este es el motivo de esta entrada, que el tiempo en una obra es relativo, tanto si hablamos de trámites y burocracia como si nos centramos en lo que se llama propiamente "obras". Es decir, y ahí va una verdad como un templo, que el tiempo es relativo tanto a nivel académico como a nivel práctico.
Me explico. Pongamos que llega un día, antes o después, aunque siempre llega, y eso lo aviso, en que los obreros te comunican que se largarán unos días porque tienen que realizar un mantenimiento en otra casa. Uno debe saber que este "unos días" puede llegar a equivaler a unas semanas e incluso a unos meses, cuando no a unos años. Porque en una obra el tiempo toma una dimensión más relativa, como os decía, más acorde con lo que uno cree que sólo se da en la dimensión extracorpórea o espiritual. Porque "unos" pueden ser "dos", pero también "tres" e incluso "infinitos".
Tras este parón, distinto en cada obra pero presente en cada una de ellas, uno puede recriminarle a su constructor: "Oye, me habías dicho tres días y ha sido un mes". ¿Pero qué te contesta? "Te dije unos días, y han sido 'unos' días." La cuestión queda zanjada con este escueto comentario, y no hay más que hablar. Porque al fin y al cabo, ¿quién tiene la sartén por el mango? Pues no sé, pero tú desde luego que no.
Una vez, Jaume, nuestro querido electricista y, debo añadir, una persona de una enorme sapiencia e inigualable saber, nos explicó que si estás esperando al electricista durante dos semanas y de repente te encuentras dos rollos de tubos y cables en tu casa, no significa que ya hayan vuelto y que a la mañana siguiente vayan a colocarlos, sino que con ello te están informando de que se acuerdan de ti, por supuesto, pero que todavía tardarán unos días en volver. Lenguaje de signos, nivel uno.
Pero no hay que desesperar, ni dramatizar, porque luego se vuelve a la obra con las pilas recargadas, y aquello que parece que no iba a acabarse nunca, se convierte de repente en un pequeño haz de luz al final del oscuro túnel.
En fin, que tras el parón navideño de final de primavera, y tras la grata nueva del permiso de obra mayor, del que os informamos también ahora, nos vemos en condiciones de actualizar un blog que empezamos con la mayor ilusión del mundo meses atrás y que a estas alturas empieza ya a desesperarnos.
Pero para ir abriendo boca, y prometiendo llevarlo al día desde este preciso instante, unas fotos del antes y el después de la fachada de Melians 5. En ellas podréis observar nuestra nueva ventana exterior y gozar de la maravilla que supone un color para el que existen distintas denominaciones: rojo colonial, rojo inglés, rojo puerto... pero que al fin y al cabo es un rojo algo virado al grana y que es del que están pintadas muchas de las casa de Menorca desde la dominación inglesa.
Hasta pronto.




domingo, 8 de mayo de 2011

miércoles, 4 de mayo de 2011

Igual para agosto estamos en casa...





-Cuñaaaaaaaaao. Para agosto dice. Ih, ih, ih, ih...

Escombros

Podría hacer otra entrada para el blog. Podría actualizarlo más a menudo. Pero llevo unos días en que la única palabra que me viene a la cabeza cuando pienso en nuestra casa es... escombros.
Mi amor, ¡haz el favor de bajar de ahí!

domingo, 1 de mayo de 2011

El compresor, un tsunami corporal


No os dejéis engañar por la sensación de fortaleza y bienestar que transmite Joan en la foto. La realidad es otra. Y la realidad es que 30 segundos con el compresor en la mano y funcionando multiplican exponencialmente la fatiga de los brazos. Fatiga que, con el paso de los minutos y después de las horas, se transforma en dolor agudo y en llagas en las manos. Paco y Toni, los estimados hacedores de nuestra humilde morada, nos dicen que a todo uno se acostumbra. Yo llevo unos diez días alternando diferentes tareas y, de la misma manera que Mourinho se pregunta "¿por qué?", yo me pregunto: ¿cuándo? ¿Cuándo cesarán los dolores? Bueno, algunos dolores desaparecen apenas uno deja de hacer la tarea que los provoca pero al día siguiente en el primer segundo que retomamos esa misma tarea ¡ay!, los dolores vuelven a estar allí como si nunca se hubieran ido.
El compresor, sin embargo, nos proporciona un tipo de sufrimiento único en su especie.
Imaginemos un tsunami o un terremoto. La sensación física del compresor actuando es justamente esa. Temblor, calma, temblor. Temblor, calma, temblor. Una y otra vez. Una y otra vez. Un minuto, diez minutos. Una hora, dos horas, ocho horas. El temblor se va acumulando en el cuerpo. Digamos que se apodera de todo él. Se cuela por los poros como las partículas radioactivas. De manera que al final del día, cuando ya el compresor está lejos, lo que hace unas horas eran temblores en tiempo real, se transforma en réplicas. Todo tu ser, lo más profundo de tu yo, tiembla. Temblor, calma, temblor. Temblor, calma, temblor. Una y otra vez. Una y otra vez. Una ducha. Temblor, calma, temblor. Dulces sueños. Temblor, calma, temblor. Un minuto, diez minutos. Temblor, calma, temblor. Una hora, ocho horas. Temblor, calma, temblor. Ya se ha hecho de día. 

A pesar del sufrimiento, no pierdo la esperanza de ver aparecer un zombie por el patio y usar el compresor para destrozarle las tripas. Este momento cinematográfico y las ganas de ver la casa acabada todo lo compensan.

lunes, 18 de abril de 2011

Una alegría y un descubrimiento

Esta mañana vino un señor a llevarse... ¡escombros! Era un señor que yo no conocía así que Toni, muy educado él, nos presentó. Gabi, el señor Xemenes. Señor Xemenes, la ¡'DUEÑA DE LA CASA!
Uau... un nuevo universo se desplegó ante mí inmediatamente al oír la frase al completo: la dueña de la casa. Os lo digo, ES un momento de felicidad. No puedo explicar los motivos. Simplemente, suena bien. Suena a felicidad. Y más, considerando que el señor Xemenes venía a llevarse la montaña de escombros que estaba plantada en medio de nuestro futuro salón. ¿Si han desaparecido por fin los escombros? Hmmm, pues no! Pero qué más da cuando soy, a partir de hoy, la Dueña de la Casa.
Otra de mis tareas del día, para descansar de los escombros, ha sido quitar los cables que cuelgan por toda la casa. A simple vista, una tarea simple. Tubos llenos de cables serpentean por las paredes de la casa. Y grande es la tentación de coger el alicate y, con un corte limpio, hacerlos desaparecer a manojos. De a cuatro o de a seis, si es posible. Pues va a ser que no. Lo he descubierto esta mañana: los cables se cortan de a uno por vez. Un humilde consejo para aquellos que tengan que hacerlo en casa. Vuestros brazos y vuestras mermadas energías después de tanto escombro, os lo agradecerán.

miércoles, 13 de abril de 2011

Oferta de la semana: Escombros




Una pared que cae
Escombros
Una bolsa y otra bolsa
Escombros
De Melians al Punt verd
Escombros
Dentro de la furgoneta
Escombros
En mis zapatos
Escombros
Entre los dedos
Escombros
Por la nariz
Escombros
El Toni me ordena
Que saque
Escombros
Sobre mis espaldas
Escombros
El pelo blanco
Y lleno
De escombros
Otra pared fuera
Y escombros
Una pala, dos brazos
Y escombros
Un día, dos días
Escombros
Por la mañana
Escombros
Y por la tarde
¡Oh, sorpresa!
Más escombros
La comida
¿A qué sabe?
A escombros
Las piernas me duelen
Me duelen los ojos
Las uñas
Y partes de mi cuerpo
Que no sabía que existían
¿Se acabarán alguna vez?
Los escombros
Yo sueño
Y en mis sueños
Y en mi casa
¡¡¡¡SOCORRO!!!!
Escombros

lunes, 11 de abril de 2011

Un sueño hecho realidad

Sí, lo confieso: siempre quise subirme a un andamio y poder comprobar si esas alturas tienen un efecto catalizador sobre las hormonas, que se transforma en un impulso irrefrenable por hacer público el deseo, digámoslo claramente y en muchos dialectos, de follar, coger, garchar o meterla o sacarla o restregarla, con violencia y repetidamente, por algún sitio muy o poco visible de quien sea que pase en ese momento por delante del mencionado andamio.
En mis años mozos, cuando el proceso de decadencia no estaba en marcha y todavía no me había transformado en un holograma, pasar por una obra exponía a mis oídos a irreproducibles declaraciones de amor desde lo alto. Las callecitas de Buenos Aires tienen ese... qué se yo, ¿viste? "...cuuuulo!... te voy a...hasta el fondo!...". "...eeehhh!...¿por...me chupás...?" Y etc... etc...etc...
¿Cuántas veces he optado por cambiarme de acera para no sufrir el escarnio?¿Y cuántas he soñado con una fría venganza? ¿Quién me iba a decir que sería en mi propia casa donde tendría la oportunidad única de poder decirles cosas guarras a los tíos con la descarada impunidad que otorgan las alturas y vengarme no solo a mí si no al género femenino entero por tantos años de sufrimiento?
Además, estos días estoy trabajando con un aparato eléctrico que tiene una punta afilada, para poder despegar los azulejos de la pared. Y eso, claro, me da mucho juego. No sé si lo podéis visualizar: yo, el andamio, la ropa de trabajo, el polvo, el aparato con la punta afilada, el sudor que baja por mi cuello... Un poco como "Ilsa, la tigresa de Siberia" pero en Alaior. Muchas y muchas ideas se me vienen a la mente mientras destrozo mi casa y fortalezco mi musculatura a base de taladrar y taladrar.
Así que allí estamos, yo y mi andamio, mi andamio y yo... Lástima que de momento solo pueda limitarme a comer el bocadillo en el descanso, porque el andamio está en el patio y por allí no pasa ningún tío bueno. Bueno, sí, están los dos paletas, Toni y Paco, pero tendré que convivir con ellos unos cuantos meses y no quiero que se lleven una impresión equivocada.

sábado, 9 de abril de 2011

Empezaron las reformas



Las reformas empezaron, por fin, este jueves. Los albañiles invadieron la casa de sacos de cemento, arena, andamiajes y maquinaria. Al ver tal despliegue, parece que las obras tuvieran que estar listas en un par de semanas. ¿Será así? El albañil nos aseguró los contrario. Cuando llegó nos dijo: "Nos queríais aquí pronto. Ahora querréis que nos larguemos ya, pero eso no va a suceder nunca".
Aunque su comentario vino acompañado de una sonrisa, el presagio digamos que no es alentador.
¿Empezaremos a hablar solos por la calle? Una amigo me dijo que alguien hablando solo por la calle es síntoma inequívoco de obras en casa. Todavía no llegamos a ese punto. Esto acaba de empezar, pero visto lo que han tardado el proyecto, los permisos y las ayudas, algo me dice que para final de año no estaremos viviendo todavía en nuestro dulce hogar. Y estamos a principios de abril.
Esperemos al menos que nuestra salud mental no se vea afectada por este ente externo y abstracto que coincidimos en llamar "reformas". Y de ser así, que este blog nos permita contemplar las fases por donde pasaron nuestras cabezas hasta enfermar. Quizá en su relectura podamos volver atrás y recuperar nuestra cordura inicial. O eso espero...